Las emociones Humanas vistas por un perro – Antonio Paniagua
«He ahuyentado al pedante y al pretencioso que pudiera haber en mí», asegura. El escritor Fernando Delgado se sirve de la voz de un can para las reflexiones recogidas en su última novela. Abajo el escritor Fernando Delgado con sus perro.
El escritor Fernando Delgado quiso hacer un libro para niños y le ha salido una novela que habla de la amistad y del amor desinteresado y generoso. ‘Me llamo Lucas y no soy perro’ (Planeta) es el título de su última obra, en la que busca sacudir el espíritu aletargado de los que no han querido nunca a un animal. Delgado hace suyo el hermoso adagio de Anatole France, quien aseveró: «Hasta que no hayas amado a un animal una parte del alma permanecerá dormida». Desde Cervantes a Paul Auster, son muchos los escritores que han dado voz a los perros para aportar una versión diferente de la realidad y de la condición humana. Fernando Delgado se apunta a esa tradición, que ha aportado a la historia de la literatura obras imperecederas como ‘Flush’, de Virginia Woolf, un libro que adora el novelista canario.
El escritor Fernando Delgado quiso hacer un libro para niños y le ha salido una novela que habla de la amistad y del amor desinteresado y generoso. ‘Me llamo Lucas y no soy perro’ (Planeta) es el título de su última obra, en la que busca sacudir el espíritu aletargado de los que no han querido nunca a un animal. Delgado hace suyo el hermoso adagio de Anatole France, quien aseveró: «Hasta que no hayas amado a un animal una parte del alma permanecerá dormida». Desde Cervantes a Paul Auster, son muchos los escritores que han dado voz a los perros para aportar una versión diferente de la realidad y de la condición humana. Fernando Delgado se apunta a esa tradición, que ha aportado a la historia de la literatura obras imperecederas como ‘Flush’, de Virginia Woolf, un libro que adora el novelista canario.
Delgado firma un título en que hace hablar a un perro, Lucas, que curiosamente se llama igual que su mascota en la vida real. «La voz del perro me ha llevado a la sencillez en la expresión, con lo cual he ahuyentado al pedante o al pretencioso que podía haber dentro de mí», argumenta el prosista.
Pese a que Delgado se ha puesto en la piel de un perro, el escritor vuelve a incidir en una de sus obsesiones más humanas y recurrentes, como el asunto de la identidad. «Los personajes que viven en torno al perro son gente que ambiciona ser otra cosa, o que no están contentos con lo que son. El perro, en cambio, como no puede cambiar su destino, se somete a él, y de esta manera se salva de todas esas pretensiones».
El escritor es dueño de un perro y cultiva la amistad de otros que han decidido acoger a un can como mascota, aunque esta palabra disgustara mucho a José Saramago, un enorme escritor que idolatraba a los chuchos.
Su libro se abre con una larga dedicatoria a colegas de letras que no pueden vivir sin la compañía de estos mamíferos de fino olfato. Entre ellos ocupa un lugar preeminente Elvira Lindo, dueña de ‘Lolita’, una perra que aparece como personaje secundario en uno de los libros en que la escritora retrató la ciudad de Nueva York.
Quien llora por la suerte de un perro y se conmueve con sus padecimientos no debe de ser mala persona. Precisamente eso le ocurría al crítico de arte y amigo del narrador Eduardo Westerdahl, quien no reprimió las lágrimas cuando sus perros murieron. Cuenta el novelista que el poeta y Premio Nobel Vicente Aleixandre tenía dos perros bautizados ambos con el nombre de Sirio. Según Claudio Rodríguez, los perros olisqueaban con intuición infalible a los que componían versos mal rimados y ladraban a los malos poetas. Alicia Giménez Bartlett y Ángeles Caso son dos ejemplos de escritoras que aman tanto al género canino que tienen perros.
Silencioso observador
«Con este libro me ha pasado una cosa rara. Me da la sensación de que no es un libro escrito por mí, sino que yo soy un mero transcriptor o un traductor. A veces uno ve en la mirada del perro las cosas que quiere ver. En ese sentido, el animal te presta un gran servicio porque nosotros necesitamos vernos en otros, imaginar para enriquecernos. Incluso para conocernos», arguye el novelista.
¿Son de fiar los chinos, que se echan a la andorga todo bicho con cuatros patas, incluso los que ladran al calor de olla? Fernando Delgado sonríe y pone la mano en el fuego por su perro Lucas. «Él no es xenófobo».
Original, sorprendente y preñada del sentido del humor, la novela pinta a un perro que se convierte en silencioso observador del comportamiento humano. Gracias a los ojos del perro Lucas, el autor escudriña emociones netamente humanas, como el amor y el desamor, el buen trato y el malo, el confort y la pobreza.
Hay perros fieros sí, pero son la mayoría los que sufren la crueldad de sus dueños. «Hace poco he recogido en medio del campo una perra apaleada y moribunda recién acabada la temporada de caza. Ya no era útil y sus amos, en lugar de desprenderse de ella, la apalearon brutalmente. Supongo que aquella criatura no tuvo capacidad de rebelarse contra su amo».
Es difícil saber qué ocurrirían si algún día los perros se sublevaran contra la mano que les da de comer. Fernando Delgado lo ve difícil, aunque motivos para una hipotética insurrección no faltan. El hombre es voluble y sañudo. A los que mean en las farolas les adornan virtudes muy distintas. «Son muy resignados, muy pacientes y muy dóciles, demasiado dóciles. Rara vez se rebelan contra sus amos».
Articulo www.laverdad.es:
Escrito por ANTONIO PANIAGUA – Madrid – 07.07.13