Llegué de casualidad a Yaakun, sin referencias de ningún tipo. El primer contacto fue primordial para darme cuenta de que estaba en el lugar correcto. Mi perrita Vilu, una podenco que había pasado por varias experiencias traumáticas (le habían mordido varios perros en un par de meses y se había muerto su compañera Nana hacía poco tiempo), ladraba sin parar y yo estaba perdiendo el vínculo con ella hasta tal punto, que incluso salir a pasear con Vilu se me hacía un mundo. Comenzamos a acudir los sábados a Yaakun y gracias al trabajo con ellos empecé a darme cuenta de fallos que yo misma estaba cometiendo, fallos que al fin y al cabo, nos habían llevado hasta el punto en el que nos encontrábamos. Todo el equipo Yaakun estuvo a nuestro lado: en primer lugar, trabajando el tema de la aceptación y en segundo lugar trabajando conmigo, ya que, al fin y al cabo, era yo la que tenía que provocar el cambio en Vilu. Debía quietarme mis miedos y mis traumas y ayudarle a sentirse un perro feliz con una líder feliz. El cambio que yo tanto ansiaba se fue produciendo. Yo fui cambiando y Vilu volviendo a su lugar, y todo gracias a la guía y acompañamiento de estos grandes profesionales. Ahora vamos todos los días al parque, cada vez se relaciona más con sus iguales y yo me siento feliz de ver cómo la situación que tanta angustia me provocaba ha ido quedándose en una anécdota más. Que a veces ladra… pues que ladre… lo raro sería que no lo hiciese… es un perro!!!